[vc_row][vc_column][tm_heading style=”thick-separator” tag=”h5″ custom_google_font=”” google_fonts=”font_family:Poppins%3A300%2Cregular%2C500%2C600%2C700|font_style:300%20light%20regular%3A300%3Anormal” text=”Opinión – La crisis que define nuestra era” font_size=”lg:32″][vc_column_text]
Columna de Patricia Darez, Directora de ACERA.
Hace 8 semanas que nació mi hijo. Le miro y duerme plácidamente, y yo reflexiono, como hacemos los padres. Hace pocos días que salió el sexto informe de evaluación del IPCC que todos deberíamos leer con detenimiento, pues trata de la problemática principal que define nuestra era, el Antropoceno.
Julio ha sido el mes más cálido de la historia del planeta. Santiago no se ha quedado atrás, registrando temperaturas de casi 30ºC en pleno invierno. Chile está en una situación de déficit hídrico en prácticamente todas sus regiones, con una sequía generalizada que lleva vigente más de una década, donde incluso se ha empezado a hablar de “racionamiento eléctrico”.
Y es sólo la punta del iceberg, porque el informe del IPCC indica que el 2021 no será el año más cálido de lo que queda de siglo. Por lo que adaptarse a este tipo de eventos será, incluso para los más optimistas, cuanto menos desafiante. Si creemos que tomar acciones ahora es caro, es porque no entendemos lo que viene (ya lo explicó en el 2006 el informe Stern[1]).
Podríamos pensar, erróneamente, que es la nueva normalidad a la que tenemos que adaptarnos. Pero no es así. Los aumentos de la temperatura global llevan un desfase de años con respecto a las emisiones, por lo que incluso si dejáramos de emitir completamente hoy, nuestro clima seguirá cambiando durante un par de décadas más (el término científico para este fenómeno es “committed warming”[2]). Es decir, que los cambios que estamos viendo se dan con un aumento de 1.1°C de media, pero las emisiones que se han producido hasta el momento podrían suponer un aumento continuado de hasta 2°C más.
A esto hay que sumarle otro fenómeno importante, los mecanismos de retroalimentación que se gatillan una vez se cruzan ciertos umbrales de calentamiento global. Estos mecanismos incluyen, por ejemplo, el descongelamiento de los hielos permanentes, el aumento del deshielo en el ártico durante el verano o la habilidad de las selvas tropicales como la Amazonia de actuar como un sumidero de carbono.
Mientras tanto, podemos ver claramente los síntomas de una institucionalidad en crisis que nos muestra en el día a día que no está preparada para realizar los cambios de adaptación y mitigación necesarios. Llevamos más de una década con estrés hídrico pero esta situación “no se vio venir”. Algunas voces interpelan diciendo que “es más amigable generar con carbón que con diésel”. Además de indicar que el contenido de CO2 del carbón es más alto que el del diésel, no sé si realmente alguien puede creer que ese es el nivel de compromiso con la transición energética que requerimos nosotros y las nuevas generaciones (pasar de una fuente de generación nefasta a otra un poquito menos nefasta).
Solamente mirando nuestra matriz energética ¿cómo puede ser que no haya un plan detallado para electrificar y descarbonizar? Da que pensar que Chile tenga el mejor recurso solar del planeta y solo haya conseguido conectar una planta de concentración solar. O que, tras años de discusión, el almacenamiento siga en el limbo con respecto a los pagos por potencia. O el poco peso que se le sigue dando a la generación distribuida, pese a que recurrentemente existen retrasos con la infraestructura de transmisión.
La infraestructura de transporte o de vivienda también son clave en nuestras necesidades de energía. Donde se ven también incoherencias como la sugerencia de bajar el impuesto al diésel; o el gasto público realizado en el proyecto AVO; la fiscalización de ciclistas por no llevar chaleco reflectante mientras que el exceso de velocidad vehicular es un hecho del día a día. ¿Qué plan tenemos para conseguir el aislamiento térmico de las viviendas actuales? ¿Qué normativa exige que las nuevas construcciones tengan un estándar mínimo de eficiencia energética?
Mientras tanto, muchos celebran los viajes de Jeff Bezos y Elon Musk al espacio, quemando parte del presupuesto de carbono, que es limitado, y que debemos utilizar para la transición energética, y con poco análisis de las implicaciones éticas (y francamente prácticas a estas alturas) que ello conlleva.
Tal vez es hora de que nos planteemos que hay que reiniciar el sistema, dar un paso atrás y revisar alternativas que son factibles como el decrecimiento. En el contexto en el que estamos, la Universidad de Leeds, por ejemplo, ya se está haciendo preguntas como “¿Es posible reducir el consumo global de energía y asegurar un estándar de vida decente para todos?”[3]
Vuelvo a mirar a mi hijo y pienso en que podamos reorganizar prioridades. No sólo la tecnología va a solucionar el cambio climático, porque la problemática que viene es multidimensional y requiere que repensemos el sistema completo.
Fuente: Reporte Sostenible[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][tm_spacer size=”lg:30″][/vc_column][/vc_row]