[vc_row][vc_column][tm_heading style=”thick-separator” tag=”h5″ custom_google_font=”” google_fonts=”font_family:Poppins%3A300%2Cregular%2C500%2C600%2C700|font_style:300%20light%20regular%3A300%3Anormal” text=”Opinión – Coronavirus: Una oportunidad para conciliar las necesidades a corto y largo plazo” font_size=”lg:32″][vc_column_text]
Columna de Darío Morales, Director de Estudios de ACERA.
El mundo en general, y los países latinoamericanos en particular, nos estamos viendo enfrentados a una de las mayores crisis sanitarias de los últimos tiempos. Los efectos del Covid-19 (coronavirus) en nuestra calidad de vida, en nuestros empleos y en nuestras relaciones personales son aún inconmensurables.
Sin embargo, a pesar de su fuerza, al parecer esta crisis sanitaria será transitoria y, por consiguiente, en algún tiempo más podremos progresivamente retomar nuestras actividades habituales. En este contexto, más temprano que tarde, llegará el E momento en que como individuos y como sociedades, deberemos poner en marcha un ambicioso plan para recuperar el tiempo perdido durante la crisis, recuperar nuestra calidad de vida, nuestros empleos y nuestras relaciones personales. Así, en un tiempo más nos veremos enfrentados a tomar la decisión sobre si este ambicioso plan deberá seguir las recetas de desarrollo que teníamos previo a la crisis, o bien aprovecharemos la destrucción creada por la crisis para construir un nuevo modelo de desarrollo económico y social.
Existe al menos un cierto nivel de consenso en el hecho de que la forma en que la humanidad ha explotado los recursos naturales no sólo ha provocado una crisis ambiental sin precedentes, sino que también ha creado las condiciones para que cada vez con más frecuencia surjan nuevos tipos de patógenos con la capacidad de ser transferidos desde animales a humanos. Desde otra perspectiva, los altos niveles de contaminación ambiental que viven muchas de las ciudades de Latinoamérica hace que los problemas respiratorios se agudicen y amplifiquen la gravedad de los efectos del COVID-19. Por lo anterior, si no hacemos las cosas de manera diferente, viviremos este tipo de crisis con cada vez mayor frecuencia.
La relación entre la crisis sanitaria actual y el problema ambiental es, al parecer, evidente. Así las cosas, la buena noticia es que el enfocarnos hoy en superar la crisis sanitaria no se opone a mantener firme el compromiso con seguir haciendo frente a la crisis ambiental y el cambio climático. Es más, es absolutamente necesario abordar ambos problemas de manera coordinada. Así, como pocas veces, tenemos la oportunidad de conciliar las necesidades del corto plazo con aquellas de largo plazo.
Desde una perspectiva económica, los países deberán entonces implementar medidas agresivas que permitan recuperar el tejido empresarial destruido, al mismo tiempo que deberán hacer frente a situaciones fiscales con altos niveles de déficit. En este sentido, una línea de trabajo necesaria es el fomentar la aparición y fortalecimiento de sectores económicos que aprovechen las ventajas de la provisión local de bienes y servicios estratégicos, de alto valor agregado y resilientes a los efectos adversos de las crisis económicas, ambientales y sociales.
Algunos países desarrollados ya están acuñando el concepto de “Green Recovery” o recuperación verde como una manera de movilizar recursos hacia la idea de que, el único modelo de desarrollo que nos va a permitir superar tanto la crisis sanitaria actual como la crisis climática es aquel que esté centrado en una economía sustentable, en el sentido más amplio posible.
Recientemente, la Unión Europea ha lanzado una propuesta de 750.000 millones de euros precisamente para apoyar a los países miembros en el desarrollo e implementación de políticas públicas relacionadas con esta recuperación verde. En su mensaje de lanzamiento, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, destaca que este plan busca transformar la crisis actual en una oportunidad para invertir en el futuro, potenciando empleos, así como también la resiliencia de la sociedad y del medio ambiente.
La mayoría de los países latinoamericanos basamos nuestro modelo de desarrollo en un modelo industrial extractivo, es decir, luego de la extracción de recursos naturales viene la producción (nacional o internacional) de bienes y servicios y la posterior disposición de los residuos generados por la actividad económica. Es precisamente este modelo lineal el que tiene como efecto que, a mayor crecimiento económico implica mayor capacidad de extraer recursos.
El trabajar por desacoplar el crecimiento económico de la depredación del medio ambiente puede parecer algo, no sólo imposible, sino que muy oneroso para países cuyas cuentas fiscales se encuentran muy desbalanceadas. Nada más lejos de la realidad. El fundamento central de un cambio de paradigma, desde una economía extractiva lineal hacia una economía circular, se basa en hacer el uso más eficiente posible de los limitados recursos disponibles.
La búsqueda de esta eficiencia económica tiene por esencia el disponer de la mayor cantidad de bienes y servicios posibles, extrayendo la menor cantidad de recursos y disminuyendo al máximo la generación de residuos. De esta forma, una consecuencia natural de este proceso es la creación de nuevos modelos de negocios posibles, nuevas empresas y cadenas productivas de mayor valor agregado y más resilientes a golpes externos.
En el nuevo paradigma de desarrollo económico que debe surgir luego de esta crisis, las energías renovables pueden jugar un rol muy importante. Hemos visto que en tiempos de crisis la importación de combustibles fósiles se hace cada vez compleja, tanto por el comportamiento estratégico de los países productores, como por las dificultades propias de la importación. Adicionalmente, los requerimientos de personal en las etapas de operación y mantenimiento de las centrales termoeléctricas fósiles presentan dificultades adicionales debido a las restricciones de desplazamiento y de distanciamiento social.
Por su parte, las inversiones en centrales de generación renovables presentan costos y tiempos de desarrollo mucho menores, generando empleos locales de alta especialización. Al mismo tiempo, durante su etapa de operación no requieren de insumos energéticos provenientes de otros países y debido a su alto nivel de automatización no requieren de mucho personal en terreno.
Por otro lado, debido al enorme impacto que la energía tiene en todos los sectores productivos, es fundamental que su producción se haga de la manera más barata y sustentable posible. Mirando la realidad de la mayoría de los países de Latinoamérica, para lograr lo anterior, parece evidente que la energía renovable surge entonces como la mejor alternativa posible.
Hoy tenemos la oportunidad cierta de transformar esta crisis en el punto de inflexión para que nuestros países pasen a una nueva etapa de desarrollo. ¿Estamos dispuestos a aprovecharla?
Fuente: Revista Energía Perú[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][tm_spacer size=”lg:30″][/vc_column][/vc_row]