Equidad de género: Empoderar desde la temprana edad para romper estereotipos
Por: Fernanda Varela, Directora Ejecutiva de Pólux Comunicaciones, Socia ACERA.
Contar con más mujeres es una necesidad que se ha insertado en el ADN de las organizaciones. En particular, en el sector energético, la meta está en aumentar el 23% que representan las mujeres en la fuerza laboral de la industria, y si bien se conocen los esfuerzos que se están realizando en este ámbito, las proyecciones son poco alentadoras y nos obligan a apretar el acelerador con más ganas y compromiso. Sin ir más lejos, un reciente anuncio de ONU Mujeres, en el marco del Día Internacional de la Mujer, advirtió que tomará 300 años alcanzar la igualdad de género. No tenemos ese tiempo de espera.
Pero ¿desde cuándo debemos hacernos cargo de este tema? Probablemente cuando buscamos mujeres profesionales o técnicas ya es muy tarde, este trabajo comienza desde la temprana edad. Recientemente tuve una conversación con la directora ejecutiva de la Fundación Niñas Valientes, quien me comentó que a los seis años las niñas ya se sienten menos capaces que los hombres en roles matemáticos o científicos, a pesar de que los estudios señalan que las habilidades de ambos sexos son las mismas.
Los sesgos de género que tanto escuchamos no están solo en un CV, están en nuestro lenguaje desde muy pequeños. Se encuentra en el tipo de juguetes que compramos, en los colores que adjudicamos a los niñas y niños, en el entusiasmo que los adultos ponemos en impulsar habilidades que consideramos que corresponden a cada género y en los roles que les otorgamos en el hogar.
Esa brecha en el lenguaje, y las inseguridades, lamentablemente, se mantienen con el paso de los años. Un estudio de la Universidad de Cambridge, realizado en 2014, cuyo fin era analizar de qué manera –y con qué frecuencia– interactuaban hombres y mujeres cuando se agrupaban para deliberar en los espacios de decisiones, arrojó que cuando había más hombres que mujeres presentes, éstas hablaban un 75% menos que ellos.
Es decir, de ese bajo 18% que representan las mujeres actualmente en los espacios de decisión del sector energía (gerencias y directorios), también hay un desafío tremendo, que es revalidar el lugar que se han ganado. Según sigue el estudio, “cuando en estos grupos deliberativos las mujeres eran minoría, sufrían de interrupciones constantes que las hacían, dudar más de sí mismas y ser menos influyentes en la toma de decisión (…) mansplaining y hepeating -cuando los hombres repiten la misma idea previamente dicha por una mujer y terminan llevándose los créditos- son algunos de las situaciones a la que se enfrentan”. No basta entonces sólo con abrir los espacios y buscar los mejores talentos femeninos, sino que también hay que creer en ellas, escucharlas, validarlas.
Aun así hemos avanzado. Según se lee en un reportaje del diario La Tercera de enero de este año, las universidades reportaron el mayor número de matrícula de mujeres en educación superior de la historia. Específicamente en carreras STEM también hay buenas noticias. Por ejemplo, la Universidad de Chile declaró que de las 3.095 vacantes 2023 para carreras STEM, el 50% se llenó con mujeres. Algo similar se vio reflejado en las cifras de la U. Federico Santa María, donde el porcentaje subió hasta el 31,5%: de 2.841 vacantes STEM, 2.324 mujeres postularon y 896 de ellas fueron aceptadas.
Debemos seguir adelante entonces, firmes y sin pausa, con la claridad de que somos los adultos quienes ponemos las barreras y generamos las brechas. Los niños vienen sin estereotipos, sin sesgos, sin miedo.
No es suficiente hacer llamados a postular a carreras STEM, si de chicas les cambiamos el disfraz de científica por el de princesa. Quienes tenemos aún la posibilidad de aportar con estos cambios desde la edad temprana impulsemos a que jueguen a ser ingenieras, astrónomas y bomberas. No tenemos 300 años más para seguir esperando, no queremos seguir esperando.