[vc_row][vc_column][tm_heading style=”thick-separator” tag=”h5″ custom_google_font=”” google_fonts=”font_family:Poppins%3A300%2Cregular%2C500%2C600%2C700|font_style:300%20light%20regular%3A300%3Anormal” text=”A 10 años del terremoto y tsunami de Fukushima, Japón apuesta por las energías renovables” font_size=”lg:32″][vc_column_text]

Cuatro de cada cinco sobrevivientes de la catástrofe de 2011 apoyan la prohibición de la energía nuclear de forma inmediata o gradual. El objetivo del gobierno es que, para 2030, las energías renovables representen entre el 22% y 24% del suministro del país.

A las 14:46 del 11 de marzo de 2011, Japón fue golpeado por una triple catástrofe: a 130 kilómetros de la costa de Sendai -ciudad ubicada a 370 km al noreste de Tokio, se produjo un terremoto de magnitud 9,1 que ocasionó un tsunami y posterior accidente nuclear en la central Fukushima Daiichi.

Este fue el terremoto más fuerte registrado en la historia de Japón y el cuarto más poderoso del mundo desde que comenzaron los registros modernos. El movimiento originado en el Océano Pacifico Norte provocó un tsunami que resultó en olas de hasta 15 metros de altura. Las impactantes imágenes a plena luz del día mostraron el agua arrasando casas, edificios y carreteras. Los residentes de Sendai solo tuvieron entre ocho y 10 minutos de advertencia para evacuar de la mortal catástrofe, que cobró la vida de más de 15 mil personas y dejó a 450 mil sin hogar.

Pero eso no fue todo. El terremoto provocó olas que irrumpieron en la central nuclear de Fukushima Daiichi -ubicada a 110 kilómetros al sur de Sendai y 245 km al norte de Tokio- y provocaron el colapso de tres reactores nucleares. Como consecuencia del derrumbe, se liberaron materiales radioactivos tóxicos al ambiente y días después el gobierno nipón se vio obligado a declarar zona de evacuación en un radio de 20 km, que derivó en que alrededor de 154 mil residentes fueran forzados a abandonar sus hogares.

El accidente nuclear de Fukushima es el más severo desde Chernobyl en 1986, y fue catalogado corno nivel 7, el máximo en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares. Ambos desastres han sido los únicos en recibir esta clasificación.

Hoy, a 10 años de la triple catástrofe que azotó al país asiático y con el trauma de que la historia se repita, el debate de las energías renovables se tomó la agenda legislativa japonesa y se convirtió en protagonista de las políticas gubernamentales del país.

“La energía renovable se introducirá en la mayor medida posible”, dijo el primer ministro Yoshihide Suga en enero, apostando por la eólica marina y de hidrógeno amoniaco. Si en 2010, un año antes del desastre, en Japón solo el 9,5% de las fuentes de energía renovables proporcionaban electricidad, en 2019 esta cifra aumentó al 18%.

Este cambio se empezó a acelerar en 2011, cuando el gobierno del primer ministro Naoto Kan, se vio presionado a aumentar el uso de energías renovables, provocando rechazo por parte de la industria japonesa de los combustibles fósiles y de la energía nuclear.

El plan del actual gobierno es que para 2030, las energías renovables representen entre el 22% y 24% del suministro energético del país. Sin embargo, 92 empresas le están pidiendo a Suga que el objetivo sea aún más ambicioso: que este porcentaje aumente entre el 40% y 50% para el mismo año.

Desafíos de las energías renovables

A pesar de los altos costos de instalación de la tecnología que permita la transición al uso de energías renovables, se espera que la energía solar, eólica, geotérmica, hidráulica y de biomasa contribuyan en el plan de Japón -el quinto país más contaminante del mundo- de convertirse en carbono neutral al 2050.

Uno de los desafíos de la expansión de la energía renovable en el país son las quejas de localidades por ruido y cambios en el paisaje. Esto incluso ha llevado que en algunos pueblos y ciudades se aprobaran ordenanzas que prohíben la construcción de infraestructuras e instalaciones con este fin, como turbinas eólicas.

A raíz de esto, el Ministerio de Medio Ambiente tiene el plan de introducir un sistema en el que los gobiernos locales establezcan zonas donde se puedan construir estas infraestructuras, donde antes de la instalación definitiva, cada empresa de energía renovable deba explicar las pedidas de prevención del ruido y contaminación de paisaje, además de la promoción de empleos locales.

Sobrevivientes contra la energía nuclear

Una encuesta realizada por Kyodo News informa que cuatro de cada cinco sobrevivientes de la triple catástrofe de 2011 apoyan la prohibición de la generación de energía nuclear de forma inmediata o gradual.

Antes del accidente, el 87% de la población apoyaba este tipo de energía. Sin embargo, actualmente solo el 12,3% está a favor. El 52% de los 300 encuestados, provenientes de las tres prefecturas más afectadas por el desastre nuclear, apoya la eliminación gradual o inmediata de la energía nuclear.

Después de la crisis, todos los reactores nucleares del país se vieron forzados a detener sus funciones y solo algunos pudieron reanudar bajo normas de seguridad más estrictas. Solo nueve están en funcionamiento, de los 54 que existían antes de marzo de 2011. La encuesta de Kyodo News muestra que solo el 15% está a favor de reiniciarlos y confiar en ellos en el futuro.

Además, en Fukushima se instalaron metas aún más ambiciosas que las del gobierno central. Esperan que para 2040 la provincia sea abastecida 100% mediante energías renovables.

“Fukushima tiene el objetivo de producir suficiente energía renovable para abastecer el 100% de la demanda de la prefectura para 2040”, dijo el gobernador de Fukushima, Masao Uchibori, el mes pasado. Además, informó que durante el 2019 las energías renovables suministraron el 34,7% de la demanda local.

Hoy, alrededor de 5.000 personas siguen trabajando en la planta nuclear de Fukushima Daiichi. Si bien ya se limpiaron los alrededores de los reactores y se están construyendo muros de hormigón para protegerlos de futuros accidentes, aún no se extraen las casi 900 toneladas de combustible fundido, altamente radioactivo.

En 2022 se iniciará el proceso de extracción -atrasado por la pandemia- mediante un brazo robótico desarrollado por Gran Bretaña. Se espera que el desmantelamiento total de la central tome entre 30 y 40 años.

Fuente: La Tercera[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][tm_spacer size=”lg:30″][/vc_column][/vc_row]